Glosario
Nuestra palabra edículo proviene de latín edicola; diminutivo de aedes, que significa templo. Por lo tanto, edículo (foto) es un pequeño templo sepulcral. Comprende dos espacios: el inferior, sobre la superficie de la sepultura; y el superior, que se utiliza como altar para el oficio religioso.
En ámbito latino el trofeo (ver) se convertirá en memoriæ (celle memoriæ) en cuyo campo semántico se encuentra el término monumento, también de carácter conmemorativo.
IHS deriva de ΙΗΣ, abreviación del nombre griego de Jesús; Ιησούς que en mayúsculas se escribe ΙΗΣΟΥΣ. Se lo encuentra en inscripciones y manuscritos griegos de los primeros tiempos de la Era Cristiana.
La abreviatura ΙΗΣ se latinizó en IHS sustituyendo la sigma griega final (Σ) con la S latina, e identificando la eta griega (H) con la H latina. En latín y lenguas derivadas también se encuentra la abreviación IHS bajo forma JHS.
Como resultado de tales adaptaciones, y con el uso predominante del latín sobre el griego en las comunidades cristianas, aparecen -ya en el siglo 4- modificaciones superpuestas, como Ihesus por Jesús.
En los primeros siglos medievales también se producen barbarismos grecolatinos como el Iesus Hominum Salvator, que utiliza el Hominum como variante de Hierosolyma; el nombre griego de Jerusalén.
Durante casi todo el período medieval restante cae en desuso esta forma de cristograma; se difunde sólo en Italia y España a partir del siglo 14. En principio en Italia, los sieneses Giovanni Colombini y Bernardino de Siena, hacen del IHS un auténtico símbolo. El mismo será adoptado por Ignacio de Loyola para su Societas Iesu, Compañía de Jesús; la orden de los jesuitas. El signo de la Compañía presenta como variante una cruz sobre la barra central de la H (foto).
Ver Cristograma.
Marcos-León; Mateo-hombre; Juan-águila; Lucas-toro.
En el Antiguo Testamento, respecto de sus visiones junto al río Quebar, Ezequiel (1,10) dice de los 4 seres vivientes que… «En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila…» Más adelante (10, 1-22), Ezequiel relata la visión del carro divino, o trono, de los querubines, y (en 10, 14) dice: «Cada uno de ellos tenía cuatro rostros: el primero era un rostro de querubín, el segundo un rostro de hombre, el tercero un rostro de león y el cuarto, un rostro de águila…»
En el Apocalipsis (Nuevo Testamento) Juan retoma las formas de aquellas visiones de Ezequiel, y en 4, 7 dice «El primer Ser Viviente era semejante a un león; el segundo a un toro; el tercero tenía rostro humano; y el cuarto era semejante a un águila…»
Los Padres de la Iglesia (ver) recogieron estos simbolismos de ambas fuentes (Ezequiel y Apocalipsis) para identificar a los evangelistas.
Si bien su relación no siempre coincide, con el tiempo prevaleció la correspondencia: Mateo (hombre); Marcos (león); Lucas (toro); Juan (águila).
Elemento característico de la arquitectura romana, principalmente en la basílica forense. El término Ábside proviene del latín absis = arco, bóveda. En efecto, la parte final de la nave central de la basílica cristiana toma forma semicircular con arco y bóveda, y se convierte en Ábside.
Suele coronar un ambiente destinado a actividades de particular importancia; de aquí el valor litúrgico que el Ábside adquiere al final de la nave central de la Iglesia cristiana.
En las basílicas forenses romanas, los jueces administraban justicia y dictaban sentencia desde la tribuna del ábside (plataforma elevada); origen del apelativo de nuestro Tribunal de Justicia.
Desde la misma tribuna del ábside, los oradores de la Antigüedad dirigían la palabra al pueblo; razón por la cual el Ábside de las iglesias es llamado también tribuna.
A la muerte del legendario Codro, último rey de la antigua Grecia, fue nombrado un arconte (magistrado máximo) en su condición monárquica de Basileo, cargo correspondiente al rex de los romanos. Por lo tanto βασιλεύς (del Basileo) corresponde al latín regĭus (del Rey).
Izquierda: Pintura del siglo 16. Corte frontal de la Archibasílica de San Juan en Laterano; primera basílica cristiana de la historia. Derecha: Basílica de San Apolinario el Nuevo, en Rávena; principios del siglo 6.
El basiliké griego tiene el mismo significado y uso que el palatĭum de la antigua Roma; residencia real, que en ambos casos se define como suntuoso, grande, magnífico, regio.
En los foros romanos -a partir del siglo 2 a.C.- se comienzan a construir grandes basílicas, término que encuentra origen en el griego βασιλική.
Heráldica: Basílica es el término con el que se denomina el conopeo papal. En la actualidad es símbolo de la Iglesia Católica Romana; representa la autoridad papal sobre la misma.
Del griego antiguo kenos (vacío) y taphos (sepulcro o tumba).
Del latín cenotaphium, es el monumento funerario erigido en honor a un difunto sepultado en otro lugar, o bien en memoria de un difunto cuyo cuerpo haya desaparecido, o cuyos restos hayan sido irrecuperables. Por lo tanto, se trata de un monumento funerario vacío.
En la antigüedad se consideraba que el alma o espíritu de un muerto cuyo cuerpo no tuviera sepultura, por su condición de errabundo podría convertirse en un espíritu maligno.
Por tal motivo, en tales casos se erigía una tumba vacía y se celebraba una ceremonia en la que se nombrada tres veces al difunto para que tomara posesión del monumento.
Sobre la base de creencias tan antiguas y arraigadas, la cultura funeraria del cenotafio se difundió en el mundo griego hasta el período homérico (siglo 8 a.C.) de dónde pasó a la antigua Roma, y de ahí al cristianismo primitivo.
Cristograma proviene del latín Christus monogramma; combinación de letras tomada del nombre compuesto por Jesús Cristo: Jesucristo.
Existen varios tipos de cristograma según períodos históricos y comunidades cristianas.
Sin excluir la posible existencia de otros, quizás extraviados en el bimilenario camino del cristianismo, los históricamente conocidos son:
• IHS: Deriva de la abreviación del nombre griego de Jesús;
• INRI: Acrónimo de la frase latina Iesvs Nazarenvs Rex Ivdæorum;
• Estaurograma: de «stauros»; Cruz, en griego. Formado por las letras griegas rho (P), y tau (T);
• Crismón constantiniano: las dos primeras letras del nombre griego de cristo (χριστóς) la ji (X) y la rho (P);
• Crismón cristiano: completa el constantiniano con a sus lados las letras α (alfa) y ω (omega); primera y última letras del alfabeto griego.
Ver Crismón.
En el siglo 4, el patriarca de Constantinopla -el sirio Nestorio (imagen, izquierda) - y con él los antioquenos- decían que María es Christotokos, «Madre de Cristo». Pero el dogma cristiano siempre ha considerado a María como Theotokos; «Madre de Dios», lo cual sostenían los alejandrinos, encabezados por el obispo Cirilo.
Ante tal contraposición teológica, el emperador romano de Oriente, Teodosio II, convocó un Concilio Ecuménico en la ciudad de Éfeso (Asia Menor), que abrió sus sesiones en la Iglesia de María, el 22 de junio del año 431.
El patriarca Nestorio no se presentó, y los teólogos de Antioquía -promotores de la Christotokos- no obtuvieron quorum. En consecuencia, el emperador Teodosio II comunicó al papa Celestino la proclamación del culto de María en calidad de Theotokos «Madre de Dios».
El papa falleció al año siguiente; fue sucedido por Sixto III, quien, para celebrar la proclamación del Concilio de Éfeso, decidió construir en Roma una gran basílica; que será la primera iglesia consagrada a la Madre de Dios y la primera gran basílica consagrada a María; Santa María Mayor.
Proviene del latín claudere (cerrar) y directamente del latín eclesiástico claustrum (encierro; clausura).
En el período paleocristiano y durante todo el Medioevo, el Claustro era el centro cotidiano de la vida monacal. Según horarios preestablecidos, los monjes se reunían para rezar, estudiar, leer o pasear. Pero no sólo era el centro de la vida cotidiana, sino también del más allá; al fallecer un monje se lo sepultaba en el jardín central.
Estos claustros fueron los primeros «camposantos» de la historia cristiana.
En los claustros o patios cistercienses solía haber un «lavabo de patio» frente al refectorio. Antes de entrar al comedor, los monjes tenían la obligación de pasar por el lavabo (foto, derecha).
Del latín confessio y confiteor «declaro abiertamente». Se utilizaba el término para indicar la tumba de un confesor o mártir, también llamada con otras dos palabras latinas, memorĭa y martyrĭum.
Era «confesor» quien declaraba explícitamente la propia fe cristiana ante los tribunales paganos. Son «confesiones» las declaraciones de la propia fe; «de confesión cristiana».
El confessio latín se difundió con varios usos, entre ellos el cubiculum subterráneo que contenía la tumba y también el altar erigido sobre la tumba. En las iglesias medievales la Confesión se encuentra bajo el Altar en la cripta, en correspondencia con el ábside o presbiterio.
En la planta estructural de una iglesia (generalmente basílica) hoy se llama Confesión el espacio sobre la tumba del confesor de su fe, que precede el Altar Mayor.
Entre las confesiones subterráneas más veneradas en Roma se distinguen las de Pedro en la basílica vaticana; de Pablo en su basílica ostiense (foto); de Lorenzo en su basílica fuori le mura, donde además se conservan los restos mortales de Esteban. En la basílica de Santa Prassede se veneran los cuerpos de las hermanas canonizadas Práxedes y Pudenciana; en la de San Clemente, se conserva la urna con los restos del papa san Clemente I y de san Ignacio de Antioquía.
Sombrilla de apertura limitada (A) en tela con anchas rayas alternadas de color dorado y rojo, los colores tradicionales del pontífice. La combinación blanco-amarillo comenzó a ser utilizada a partir de finales del siglo 15.
Alejandro VI fue el primer pontífice que utilizó el conopeo (A); baldaquino portable llevado por un miembro de cámara papal, caminando tras el pontífice. Fue símbolo del poder temporal del papado, diferenciándose de la realeza de aquel tiempo, que utilizaba el palio.
El conopeo es también símbolo heráldico de la Santa Sede:
1 - Corresponde a las Basílicas Mayores, con sus correspondientes blasones;
2 - Indica un interregno pontificio; período entre el deceso de un pontífice y la elección del sucesor. Como tal fue utilizado por primera vez en las monedas papales acuñadas en 1521, en ocasión del interregno de los pontificados de León X y Adrián VI.
3 - Emblema representativo de la Iglesia Católica Romana.
En la estructura arquitectónica de una iglesia, a ambos lados del presbiterio (B) se encuentra el Coro (c), nombre dado al conjunto de asientos destinado al grupo de eclesiásticos que cantan los oficios.
Ver Transepto y Presbiterio.
Padres de la Iglesia
Apostólicos - Apologistas - Patrística - Patrología
En el siglo 4, Basilio de Cesarea (Basilio el Grande) documenta en un escrito: «Lo que nosotros enseñamos no es el resultado de nuestras reflexiones personales, sino lo que hemos aprendido de los Padres». Se refería a aquel grupo de escritores doctrinales -entre la segunda mitad del siglo 1 y la primera del 2- continuadores inmediatos de los apóstoles. Entre los más destacados cabe mencionar a Clemente de Roma (cuarto pontífice romano), Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna y Papías de Hierápolis. Se los llamó Padres apostólicos.
A partir de finales del siglo 2 se destacaron hombres cultos y doctos que -ante las salvajes persecuciones, herejías y doctrinas adversas- asumieron la defensa del cristianismo. Entre ellos se distinguieron Justino; Ireneo de Lyon; Tertuliano e Hipólito de Roma. Se los llamó Padres apologistas; apología significa defensa, en griego.
Patrística es el estudio de la doctrina desarrollada por los escritores y pensadores -considerados Padres- que compusieron sus obras entre los siglos 2 y 7, excepcionalmente hasta el 8; Isidoro de Sevilla en Occidente, y en Oriente Juan Damasceno. En sentido amplio, la Patrística no se limita a los Padres; extiende sus estudios a todos los escritores cristianos del citado período.
La Patrología, en cambio estudia las vidas y las obras de los autores -ortodoxos y heterodoxos- que escribieron sobre teología durante el período anteriormente citado.
Ver Doctores de la Iglesia.
Existen dos cristogramas bajo el nombre Crismón (imagen, centro): el Crismón Constantiniano (imagen, izquierda) que utilizó Constantino para enarbolar su estandarte en la batalla contra Majencio; y el Crismón Cristiano (imagen, derecha) propio de la comunidad cristiana de Roma. Se caracteriza por su simbolismo teológico existencial; las letras α (alfa) y ω (omega) a sus lados -primera y última letras del alfabeto griego- aluden a Cristo en condición de principio y fin de todas las cosas. Significan también el triunfo de la fe y triunfo sobre la muerte, por eso es habitual encontrar este Crismón Cristiano en espacios funerarios, por ejemplo en las catacumbas romanas.
En los subsuelos de la Basílica Santa María Mayor (Roma) se encuentra un ejemplar del Cuadrado Sator; compuesto por cinco palabras latinas: SATOR, AREPO, TENET, OPERA, ROTAS. De una de ellas (Arepo) no se conoce el significado, pero relacionando las cinco palabras en orden se forman frases, legibles normalmente en ambos sentidos.
Es un palíndromo, del griego palin dromein, que significa «ir y volver hacia atrás». Este tipo de combinaciones «mágicas» son conocidas sobre todo en ámbito aritmético, y si bien muy difundidas, sus orígenes se pierden en las tinieblas del conocimiento.
El descubrimiento del palíndromo Sator en la antigua Pompeya -primer siglo- suscita controversias sobre su origen cristiano. Es posible que haya existido una comunidad cristiana en Pompeya -como bien hipotizó Amedeo Maiuri- pero llama la atención que en el corazón de una comunidad griega aparezca un palíndromo en lengua latina, cuando en la misma Roma los cristianos hablaron griego hasta ya entrado el segundo siglo.
Proviene de «stauros»; Cruz, en griego. Este símbolo está formado por las letras griegas rho (P), y tau (T);
Superponiendo ambos carácteres, con la P sobresaliendo, se obtiene una cruz con una cabeza en forma de P.
En el Evangelio de San Juan (20, 17) se lee que cuando María Magdalena fue al sepulcro a buscar el cuerpo de Jesús, encontró el sepulcro vacío.
Jesús se le apareció, pero en un primer momento María Magdalena no lo reconoció y le dijo ¡Rabbuni? (maestro, en arameo) e hizo ademán de tocarlo. Jesús le dijo «Noli me tangere (no me toques), pues todavía no he ascendido al Padre mío».
Por supuesto que a Jesús ni se le ocurrió decir «Noli me tangere» en latín, dado que él hablaba arameo y no latín, pero fue a partir de la traducción del griego al latín, que hizo Jerónimo de Estridón (Vulgatæ Editionis; siglo 4) que se popularizó en latín aquel episodio de la resurrección.
El hecho bíblico ha sido interpretado varias veces en pintura, entre las que se destaca el Noli me tangere del italiano Correggio (Antonio Allegri); óleo sobre tabla pintado hacia 1518, actualmente (desde 1839) en el Museo del Prado, de Madrid; regalo de un príncipe Ludovisi a Felipe IV de España.
«Apretón de manos» con la derecha; gesto cultural muy antiguo, conocido como dexiosis en la tradición clásica griega, y también presente en la cultura etrusca.
En época romana la costumbre se expande a varios aspectos de la vida social: por sobre todo en el rito matrimonial (confarreatio) como homenaje y juramento de parte de los esposos ante Fides, diosa de la confianza de la mitología romana, de cuyo nombre derivan los conceptos de fe, fidelidad y lealtad.
En sarcófagos romanos cristianos (ver imagen) se documenta el gesto entre ambos cónyuges, uno de ellos muerto y el otro en vida; saldando la unión de la pareja más allá del momento de la muerte.
En la basílica papal de Santa María Mayor, en Roma, en uno de los mosaicos paleocristianos (siglo 5) de la Nave central, se representa la unión matrimonial entre Raquel y Jacob, mediante el rito de la dextrarum iunctio.
Acrónimo formado por las iniciales de la frase latina Iesvs Nazarenvs Rex Ivdæorum; «Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos». Las iniciales del titulus, escrito por disposición de Poncio Pilatos, refieren la causa de la condena de Jesús.
Según Mateo (2: 2), los magos llegados del Oriente preguntaron «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? »; y cuando Pilatos volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?».
Es interesante notar que -Nuevo Testamento- quienes lo consideran «rey de los judíos» no son los judíos sino los gentiles; entre otros los magos de Oriente y Poncio Pilatos. Los jerarcas judíos, en cambio, lo llaman «rey de Israel»: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él ! » (Mateo 27: 42). Lo mismo cita Marcos: «Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!» (Marcos 15: 32).
Pero Juan, en su Evangelio nos dice que Jesús precisa: «Mi realeza no es de este mundo» (Juan 18: 36), con lo cual no niega ni confirma ninguna de las dos.
De todas maneras; de los Judíos o de Israel, en su titulus latino será siempre INRI; Iesvs Nazarenvs Rex Ivdæorum.
Ver Cristograma.
En el Antiguo Testamento (Levítico, 25, 8 a 10) se dice … «contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años serán cuarenta y nueve años. Entonces harás sonar fuertemente el cuerno en el mes séptimo, a los diez días del mes; el día de la expiación haréis sonar el cuerno por toda vuestra tierra. Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia».
Ese cuerno de macho cabrío, con el que se anunciaba el 50° año, se llama yobel; el nombre que recibió ese año dedicado a Dios; el año yobel.
A fines del siglo 4, el papa Dámaso le solicita a su secretario -Jerónimo de Estridón- traducir la Biblia del hebreo y del griego al latín (la Vulgata) para poder utilizarla en la oración y en la liturgia.
El erudito y entonces futuro san Jerónimo, tradujo la palabra hebrea yobel, con la latina iubilaeus -del verbo iubilare- manteniendo el significado original de yobel en el antiguo Israel, como año excepcional de remisión.
En el tardo Medioevo los papas atribuyen un nuevo significado al término Jubileo, concediendo la remisión de los pecados a los peregrinos que llegaban a Roma (los romeros) y visitaban las basílicas mayores de los mártires Pedro y Pablo. Para todos ellos será un período de Indulgencias; un Año Santo.
Ese primer Año Jubilar cristiano fue establecido por voluntad popular ante la Basílica de San Pedro, en la Navidad del año 1299, y oficializado con bula papal (Bonifacio VIII) en febrero de 1300.
Cabe recordar que en ese entonces el día de Navidad daba comienzo al año cristiano; Navidad y Año Nuevo se celebraban el mismo día. Es por eso que, a partir de aquel histórico acontecimiento, y aún hoy, el Año Santo Jubilar comienza la noche de Navidad.
Para encabezar sus legiones en la batalla romana contra Majencio (312), el emperador Constantino adoptó el antiguo vexillum, reemplazando el águila imperial romana por un Crismón, el anagrama compuesto por la sobreposición de las dos primeras letras del nombre griego de Cristo (χριστóς) la ji (X) y la rho (P). A este nuevo estandarte -con la imagen de Constantino bajo el crismón- se lo llamó Lábaro constantiniano. Ver Vexillum.
Apostólicos - Apologistas - Patrística - Patrología
En el siglo 4, Basilio de Cesarea (Basilio el Grande) documenta en un escrito: «Lo que nosotros enseñamos no es el resultado de nuestras reflexiones personales, sino lo que hemos aprendido de los Padres». Se refería a aquel grupo de escritores doctrinales -entre la segunda mitad del siglo 1 y la primera del 2- continuadores inmediatos de los apóstoles. Entre los más destacados cabe mencionar a Clemente de Roma (cuarto pontífice romano), Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna y Papías de Hierápolis. Se los llamó Padres apostólicos.
A partir de finales del siglo 2 se destacaron hombres cultos y doctos que -ante las salvajes persecuciones, herejías y doctrinas adversas- asumieron la defensa del cristianismo. Entre ellos se distinguieron Justino; Ireneo de Lyon; Tertuliano e Hipólito de Roma. Se los llamó Padres apologistas; apología significa defensa, en griego.
Patrística es el estudio de la doctrina desarrollada por los escritores y pensadores -considerados Padres- que compusieron sus obras entre los siglos 2 y 7, excepcionalmente hasta el 8; Isidoro de Sevilla en Occidente, y en Oriente Juan Damasceno. En sentido amplio, la Patrística no se limita a los Padres; extiende sus estudios a todos los escritores cristianos del citado período.
La Patrología, en cambio estudia las vidas y las obras de los autores -ortodoxos y heterodoxos- que escribieron sobre teología durante el período anteriormente citado.
Ver Doctores de la Iglesia.
Del griego palaiós y del latín paleo (antiguo).
El término paleocristiano se refiere a los primeros 500 años del cristianismo; hasta la caída del imperio Romano de Occidente (476).
Las artes plásticas paleocristianas (pintura y mosaico) son herederas directas del Arte romano. En efecto, son auténticamente romanas las primeras representaciones gráficas en Catacumbas (en la imagen) y Domus ecclesiae; las iglesias domésticas en Roma.
Existe un arte paleocristiano preconstantiniano (hasta el Edicto de Milán; 313) y otro postconstantiniano, a partir del Edicto, cuando el cristianismo romano obtiene la libertad de culto y difunde más allá de su comunidad el mensaje evangélico a través de la imagen.
A partir de la caída del Imperio Romano de Occidente (segunda mitad del siglo 5), mengua el uso del término Arte paleocristiano; predominará entonces el de Arte bizantino, hasta desembocar -con el desarrollo de la escultura- en el Arte gótico; coronación del Medieval.
Del latín tardío Pantocrător «todopoderoso», y este del griego bizantino παντοκράτωρ; pantokrátōr.
En el arte bizantino y románico, se designa Cristo Pantocrátor la imagen del Todopoderoso; Creador y Redentor. Se lo representa -generalmente- impartiendo la bendición con la mano derecha; con la izquierda sostiene los Evangelios o las Sagradas Escrituras. Su carácter es imponente; mayestático.
Dos son los lugares en los que habitualmente se representa el Cristo Pantocrátor;
1) en el ábside musivo de las iglesias y grandes basílicas paleocristianas romanas;
2) al exterior, esculpido en piedra en los tímpanos de las iglesias y catedrales medievales.
En la antigüedad romana, el término peregrino (del latín peregrīnus) se refería al hombre libre, que no siendo ciudadano romano, se encontraba en territorio imperial de Roma.
A partir del primer siglo, la principal meta del cristianismo fue Tierra Santa. A quienes por devoción visitaban el Santo Sepulcro se los llamaba palmeros, porque de allá regresaban con una palma.
A partir de principios del siglo 4, muchos devotos deseaban visitar los lugares donde habían sido martirizados Pedro y Pablo, pero también Lorenzo y Sebastián, como así los sepulcros de las santas Cecilia e Inés y de tantos otros; conocer y venerar personalmente a los principales protagonistas de la historia del cristianismo en Occidente. A estos peregrinos, cuya meta era Roma, se los llamaba romeros (romei), y «romerías» eran sus viajes en grupo. Términos que posteriormente se vulgarizaron en otros usos.
A partir del siglo 9, con la misteriosa aparición de restos de Santiago, y la legendaria estrella que iluminó el campo (Campus stella = Compostela) se suma el santuario de Santiago de Compostela. Y es así entonces que, para identificar a estos devotos, se resucitó de la antigüedad romana aquel peregrinus, que se generalizará a todo devoto transeúnte.
En estos tres «adjetivos devocionales» encontraron sus raíces muchos apellidos familiares: Palmero, Palmieri, Romeo, Romei, Romero, Peregrino, Pellegrini, Pellegrin… y tantos otros.
El atuendo del peregrino consistía en el «pétaso»: sombrero de fieltro con ala posterior particularmente amplia, sostenido bajo el mentón por un sólido cordón; la «esclavina»: especie de capa corta, de cuero o tela, que caía ampliamente sobre los hombros y cubría la parte superior de la espalda.
Llevaba además las piernas vendadas, y calzaba altas botas de cuero, como también de cuero era su grueso cinturón, del cual colgaba una conchilla marina que utilizaba como recipiente para recoger agua durante el trayecto. En la mano llevaba el «bordón», un gran bastón, que generalmente superaba su estatura, con el extremo inferior en punta, trabajado en hierro.
Luego de haber recibido la bendición del obispo local, el peregrino cristiano era acompañado por sus compaisanos hasta las afueras de la ciudad; poco más allá de las puertas de las murallas. Pero antes de recibir la bendición del obispo, redactaba su testamento. El riesgo de no regresar era considerable; enfrentaba todo tipo de peligro en los larguísimos trayectos: accidentes, enfermedades, agresiones de animales, y también de delincuentes, a los que parecía divertirles atacar a esta gente pobre, riquísima de fe y esperanza.
A continuación del transepto se reunen los clérigos más ancianos -presbíteros- para oficiar la Misa, determinando este espacio llamado Presbiterio (B).
A ambos lados del presbiterio se encuentra el Coro (c), nombre dado al conjunto de asientos destinado al grupo de eclesiásticos que cantan los oficios.
La parte final del presbiterio toma forma semicircular y se convierte en Ábside (D) con arco y bóveda.
Ver Transepto, Ábside, Coro.
Con el pontificado de Martino V, la sede papal retorna a Roma. Se concluye así un largo período de pronunciada crisis; el «exilio» en Aviñón y el Gran Cisma de Occidente. Por tal motivo, en el Año Santo de 1425, proclamado y celebrado bajo su pontificado, Martino V decide que al comenzar el año jubilar se abra una de las cinco puertas de la Catedral de Roma.
La ceremonia tiene un triple significado:
a) La Catedral de Roma y del mundo abre sus puertas para recibir a los fieles, y otorgarles la indulgencia jubilar;
b) simboliza el regreso del papado a su sede natural, la Archibasílica del Laterano;
c) se refiere por sobre todo a las palabras de Jesús: «Yo soy la puerta; quien entre a través de mí, se salvará» (Jn: 10, 9). Debido a la citación evangélica, a esta puerta se la denomina Santa; desde entonces queda destinada al uso exclusivo durante un Año Jubilar.
En el octavo año jubilar; Año Santo que abre el siglo XVI (1500) el papa español Rodrigo Borja, Alejandro VI, dispone que las otras tres basílicas mayores tengan también una Puerta Santa, y que todas deban abrirse contemporáneamente el primer día del Año Santo.
El papa, en homenaje al peregrino romero, decide que la Puerta Santa de San Pedro se mantenga abierta día y noche durante todo el Año Jubilar; hecho sin precedentes que no volvió a repetirse. También en esa ocasión establece la ceremonia correspondiente a la apertura; desde entonces prácticamente invariada.
Expresión utilizada en varios pasajes del Antiguo Testamento (en hebreo: qōdesh haqŏdāshīm) se refiere a la parte más íntima de un templo, en la que podía entrar sólo el Sumo Sacerdote en el día del kippūr.
En los primeros tiempos, en ese lugar se conservaba el Arca de la Alianza. Con la reconstrucción del Templo, la Sancta Sanctorum quedó vacía.
Por extensión, en la iglesia católica, Sancta Sanctorum es la parte inmediatamente circundante el altar mayor.
Recibe también ese nombre la histórica Capilla Privada de los Papas (siglo 8; en la foto) del Palazzo Lateranense, en Roma; que se encuentra en lo alto de la Scala Santa.
Según el biógrafo del emperador Septimio Severo (Vita Severi, 24) el Septizonium o Septizodium era una enorme y espectacular fachada-edificio de mármoles (100 mt. de frente), construida a fines del siglo 2 por orden del emperador. Algo como una gran fachada externa al Palacio imperial, cuyo objetivo (escribe su biógrafo) es maravillar a los viajeros que llegan del exterior.
A partir del siglo 5 (fin del Imperio Romano de Occidente) los mármoles del Septizonium fueron utilizados en la construcción de muchas iglesias y edificios romanos.
Por decisión de Sixto V, entre 1588 y 89 fueron definitivamente eliminados los restos del milenario Septizonium.
• Nota: La gran Capilla Sixtina en la Basílica de Santa María Mayor está revestida con mármoles provenientes del Septizonium.
De la Roma republicana (precristiana) proviene la «sedia stercoraria»; silla con un agujero en la parte central del asiento. La utilizaban las personas que sufrían dificultades motrices, para así poder evacuar en caso de extrema necesidad.
Es famosa la gran silla estercoraria que se encuentra en el Claustro de la Archibasílica del Laterano. Este gran asiento fue en realidad un trono papal, utilizado bajo el pontificado de Nicolás IV; 1288-92, según resulta en los archivos oficiales de la Archibasílica.
La leyenda atribuye este trono papal estercorario a los «pontificados posteriores al de la papisa Juana», para poder controlar el sexo del pontífice electo.
En el siglo 4, el patriarca de Constantinopla -el sirio Nestorio- y con él los antioquenos- decían que María es Christotokos, «Madre de Cristo». Pero el dogma cristiano siempre ha considerado a María como Theotokos; «Madre de Dios», lo cual sostenían los alejandrinos, encabezados por el obispo Cirilo (imagen, izquierda).
Ante tal contraposición teológica, el emperador romano de Oriente, Teodosio II, convocó un Concilio Ecuménico en la ciudad de Éfeso (Asia Menor), que abrió sus sesiones en la Iglesia de María, el 22 de junio del año 431.
El patriarca Nestorio no se presentó, y los teólogos de Antioquía -promotores de la Christotokos- no obtuvieron quorum. En consecuencia, el emperador Teodosio II comunicó al papa Celestino la proclamación del culto de María en calidad de Theotokos «Madre de Dios».
El papa falleció al año siguiente; fue sucedido por Sixto III (centro), quien, para celebrar la proclamación del Concilio de Éfeso, decidió construir en Roma una gran basílica; que será la primera iglesia consagrada a la Madre de Dios y la primera gran basílica consagrada a María; Santa María Mayor.
Del latín tintinnabulum; campanilla. Pequeño «campanario» portable, en cuya parte central se suele exponer la imagen del santo titular. En la parte superior, una campanilla coronada por la tiara papal y las llaves de san Pedro.
En su utilización de origen, su campanilleo anunciaba la llegada del papa, viajando a caballo o en carruaje.
Litúrgicamente, tanto el conopeo como el tintinábulo han caído prácticamente en desuso, su presencia se reduce casi exclusivamente al campo de la heráldica.
En período paleocristiano, la asamblea (ecclesia) de la comunidad se reúne en un templo, cuyo espacio esta organizado en dos partes: 1 - Desde la puerta de ingreso hasta la Confesión (ante el Altar mayor) se extienden la Nave Central y sus laterales, separadas por columnas. Tal el espacio destinado a los laicos.
2 - Al final de las naves había cancelas, a partir de las cuales comenzaba el Transepto (A) espacio destinado al Clero. El término Transepto proviene del latín trans sæpta; y significa más allá, o del otro lado de las cancelas.
Dado que ya no existen las cancelas divisorias entre los espacios laico y clerical, en lengua castellana es más utilizado el término Crucero, así llamado el transversal que cruza las naves, y determina la planta arquitectónica exclusiva de la iglesia latina, en forma de Cruz.
A continuación del transepto se reunen los clérigos más ancianos -presbíteros- para oficiar la Misa, determinando este espacio llamado Presbiterio (B).
A ambos lados del presbiterio se encuentra el Coro (c), nombre dado al conjunto de asientos destinado al grupo de eclesiásticos que cantan los oficios.
La parte final del presbiterio toma forma semicircular y se convierte en Ábside (D) con arco y bóveda.
Suerte de «camilla» para tres personas, sobre el cual los griegos y romanos se sentaban para comer, y lo hacían en posición reclinada; de ahí su nombre. Por extensión, al salón para banquetes en las casas de familia se lo llamó triclinium, si bien en origen era el nombre de un mueble.
Nota : El Triclinium Leoninum que se encuentra en el Laterano (frente a la Basílica) es una parte del Ábside del gran Triclinium del célebre Patriarchium; Palacio Papal. Se lo adjetiva Leoninum dado que fue construido por voluntad del papa León III (siglo 8) para las grandes recepciones y banquetes oficiales.
El presbítero Gayo (finales del siglo 2) es el primero que documenta la memoria de los dos Apóstoles; Pedro y Pablo. En una misiva que envía a su amigo Proclus, se lee «si tienes a bien ir al Vaticano o al camino que lleva a Ostia, verás los trophaeum (trofeos) de quienes han fundado la Iglesia de Roma». El presbítero se refería a lastras recordatorias o mojones, más o menos pequeños, que se colocan sobre un sitio sepulcral.
En ámbito latino el trofeo se convertirá en memoriæ (celle memoriæ) en cuyo campo semántico se encuentra el término monumento, también de carácter conmemorativo (ver).
El término latino vexillum es diminutivo de la palabra velum «vela». El Vexillum era el estandarte de las legiones imperiales romanas, con la divisa heredada de los cinco siglos de República Romana (508-29 a.C.) S.P.Q.R. (Senātus PopulusQue Rōmānus - El senado y el pueblo romanos.
La palabra «bandera» proviene del mismo origen. La Vexilología es el estudio de las banderas; moderno heredero de la heráldica.
El emperador Constantino adoptó el antiguo vexillum, reemplazando el águila imperial romana por un Crismón (símbolo cristiano). Ver Lábaro.
En griego hetoimasia significa preparación.
Tema iconográfico, característico de los mosaicos paleocristianos, bizantinos y de la pintura medieval.
Simboliza el trono vacío que ocupará Jesús al regresar para el Juicio Final.
Sobre el trono suele haber un cojín, parcialmente cubierto por la capa del Juez (referencia al juicio divino), un libro cerrado (el Libro de la Ley), la Cruz, y demás instrumentos de la Pasión.
Lo propio del iconoclasta; Eikonoklástes en griego significa destructor de imágenes sagradas; un icono es una imagen sagrada.
La primera querella iconoclasta en la Historia del Cristianismo se origina en el Imperio Bizantino en el siglo 8, cuando el emperador «cristiano» oriental León III, el Isáurico (también llamado el Sirio) proclama un edicto (año 726) mediante el cual prohíbe el culto a las imágenes y ordena la destrucción de todas las representaciones de Jesús, de su madre María y, especialmente, de los santos.
Para justificar y fundamentar este «abrupto fanatismo», los bizantinos se valen de argumentos del Antiguo Testamento; por ejemplo leemos en Éxodo 20, 4: «No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas… (5) No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto… y el Deuteronomio 5, en 8 y 9 repite exactamente lo mismo».
En realidad, no se trató de un «abrupto fanatismo» bizantino, sino de una medida exclusivamente política ante una insistente propaganda musulmana contra los cristianos bizantinos, a quienes los acusaban de idolatría. A su vez, los monasterios y sus monjes -que veneraban imágenes, como lo hizo siempre el cristianismo desde sus orígenes- gozaban de una masiva aceptación popular, lo cual alimentaba las críticas amenazantes de las comunidades musulmanas.
Como en la totalidad de estas controversias «religiosas», cualquiera sea su nominativo (cruzada, reforma, guerra, revolución, iconoclasia…) la «religión» no es más que un oscuro instrumento político de destrucción masiva entre correligionarios de facciones políticas opuestas, pero jamás entre diferentes Confesiones de Fe.
Entre Religiones existen diferencias; lógicamente, pero la Religión es -y debe serlo- sinónimo de aceptación y respeto. Las oposiciones corresponden al ámbito político; las agresiones, destrucciones y eliminaciones se encuadran en lo criminal. Nada más lejos de una auténtica Confesión de Fe religiosa.
La iconoclasia de carácter integrista destruye la imagen venerada, y además elimina a quien la venera. Se trata del instrumento más repugnante del arsenal político, cuyo chivo expiatorio es la Religión.
Ver Dextrarum Iunctio.
Padres de la Iglesia
Apostólicos - Apologistas - Patrística - Patrología
En el siglo 4, Basilio de Cesarea (Basilio el Grande) documenta en un escrito: «Lo que nosotros enseñamos no es el resultado de nuestras reflexiones personales, sino lo que hemos aprendido de los Padres». Se refería a aquel grupo de escritores doctrinales -entre la segunda mitad del siglo 1 y la primera del 2- continuadores inmediatos de los apóstoles. Entre los más destacados cabe mencionar a Clemente de Roma (cuarto pontífice romano), Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna y Papías de Hierápolis. Se los llamó Padres apostólicos.
A partir de finales del siglo 2 se destacaron hombres cultos y doctos que -ante las salvajes persecuciones, herejías y doctrinas adversas- asumieron la defensa del cristianismo. Entre ellos se distinguieron Justino; Ireneo de Lyon; Tertuliano e Hipólito de Roma. Se los llamó Padres apologistas; apología significa defensa, en griego.
Patrística es el estudio de la doctrina desarrollada por los escritores y pensadores -considerados Padres- que compusieron sus obras entre los siglos 2 y 7, excepcionalmente hasta el 8; Isidoro de Sevilla en Occidente, y en Oriente Juan Damasceno. En sentido amplio, la Patrística no se limita a los Padres; extiende sus estudios a todos los escritores cristianos del citado período.
La Patrología, en cambio estudia las vidas y las obras de los autores -ortodoxos y heterodoxos- que escribieron sobre teología durante el período anteriormente citado.
Ver Doctores de la Iglesia.
Las cuatro Basílicas Mayores de Roma y la Basílica de San Lorenzo extramuros simbolizaban las cinco (penta) sedes patriarcales de la Iglesia, como lo fue hasta el gran Cisma de Oriente, en 1054.
Según la simbología correspondiente:
• San Juan en Laterano - Patriarca de Occidente (el Papa)
• San Pedro en Vaticano - Patriarca de Constantinopla
• San Pablo extramuros - Patriarca de Alejandría de Egipto
• Santa María Mayor - Patriarca de Antioquía
• San Lorenzo extramuros - Patriarca de Jerusalén.
Padres de la Iglesia
Apostólicos - Apologistas - Patrística - Patrología
En el siglo 4, Basilio de Cesarea (Basilio el Grande) documenta en un escrito: «Lo que nosotros enseñamos no es el resultado de nuestras reflexiones personales, sino lo que hemos aprendido de los Padres». Se refería a aquel grupo de escritores doctrinales -entre la segunda mitad del siglo 1 y la primera del 2- continuadores inmediatos de los apóstoles. Entre los más destacados cabe mencionar a Clemente de Roma (cuarto pontífice romano), Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna y Papías de Hierápolis. Se los llamó Padres apostólicos.
A partir de finales del siglo 2 se destacaron hombres cultos y doctos que -ante las salvajes persecuciones, herejías y doctrinas adversas- asumieron la defensa del cristianismo. Entre ellos se distinguieron Justino; Ireneo de Lyon; Tertuliano e Hipólito de Roma. Se los llamó Padres apologistas; apología significa defensa, en griego.
Patrística es el estudio de la doctrina desarrollada por los escritores y pensadores -considerados Padres- que compusieron sus obras entre los siglos 2 y 7, excepcionalmente hasta el 8; Isidoro de Sevilla en Occidente, y en Oriente Juan Damasceno. En sentido amplio, la Patrística no se limita a los Padres; extiende sus estudios a todos los escritores cristianos del citado período.
La Patrología, en cambio estudia las vidas y las obras de los autores -ortodoxos y heterodoxos- que escribieron sobre teología durante el período anteriormente citado.
Ver Doctores de la Iglesia.
Mosaico es un término de doble origen; del griego Μωσαϊκός, adjetivo referido a Moisés (Ley Mosaica); y del latín mosaĭcum, adjetivo masculino derivado del latín clásico opus musivum; «obras de musas», referido a las divinidades menores inspiradoras de artistas, que dan origen también a términos como Museo y Música.
Uno de los mosaicos más antiguos que se conocen fue descubierto en Pela (foto), localidad en la región griega de Macedonia; se remonta al siglo 4 antes de Cristo. Representa episodios de Caza, realizado con canto rodado de variadas tonalidades. Posiblemente sea el antepasado más remoto.
En el período paleocristiano -primeros siglos del cristianismo- se consideraba el mosaico como la pintura de la eternidad.
Término proveniente del adjetivo latino profānus, formado con pro (ante; delante) y fanum (sitio sagrado; templo).
Durante el imperio romano -primeros siglos del cristianismo- en Roma se llamaban «profanas» las religiones en las cuales sólo sus jerarcas con funciones sacerdotales podían entrar al templo (fanum).
Los creyentes que no cumplían tales funciones permanecían fuera del templo, es decir «ante el templo» pro-fanum.
En el uso actual, es profano «quien carece de conocimientos y autoridad en una determinada materia».
En efecto, aquellos creyentes que no pertenecían a la categoría sacerdotal, carecían de los conocimientos y jerarquía necesarias para cumplir funciones sagradas.
Palabra de origen griego, compuesta por sarkós (carne) - phagein (comer). La expresión más antigua que se conoce es líthos sarkophágos; «la piedra que se come la carne».
En su monumental obra enciclopédica Naturalis Historia (años 75-77) Plinio el Viejo documenta que: «En Aso de la Tróade, la piedra de los sarcófagos se tiende y levanta como una hoja. Hay constancia de que los cadáveres puestos en esta piedra se consumen en cuarenta días, excepto los dientes.»
(Plinio el Viejo, Historia Natural, libro 36: Historia natural de las piedras, capítulo 27).
Además, según Muciano (escritor contemporáneo a Plinio) … «los espejos, raspadores de cuerpo, ropas y calzado que se entierran con el muerto se transforman en piedra. En Licia y en Oriente hay también piedras de este tipo; si se juntan con los cuerpos, incluso de los vivos, se comen la carne.»
Para los antiguos hebreos, el mishkán era un santuario portátil y desmontable -una gran tienda de campo; imagen- construido en origen por orden de Moisés según instrucciones divinas (Éxodo Cap. 25) en el que se conservaban las Tablas de la Ley y objetos sagrados. Hasta la construcción del Templo de Jerusalén (960 a.C.) el mishkán fue el único lugar de culto oficialmente reconocido por el pueblo judío.
También los antiguos romanos montaban una gran tienda de campo, construida según precisas normas rituales y de orientación, para que el comandante militar pudiera recibir los auspicios. La llamaron tabernacŭlum; derivación de taberna. El tabernáculo de los romanos y el mishkán de los hebreos, pasaron a la cultura occidental bajo el nombre común de tabernáculo.y así se difundió en la Iglesia romana. Fue en principio una suerte de edículo mural con imágenes sagradas en su interior.
El uso del sagrario es tan antiguo como el mismo cristianismo; pequeño recipiente donde se guarda la Eucaristía después de la celebración, para que, en caso de necesidad, pueda ser llevada a los enfermos y moribundos, o a quienes desean comulgar y no hayan podido asistir a la misa. Cabe recordar que en la comunidad cristiana de Roma, durante los tres primeros siglos, era necesario transportar la Eucaristía a otros lugares de culto, las domus eclesiæ, que como lo indica su nombre se encontraban en casas particulares.
Dado que el sagrario tiene forma de templete, y por sobre todo debido a su condición de portable, a partir del siglo 12 se difundió la costumbre de llamarlo tabernáculo. El término sagrario quedó relegado a indicar el espacio o ambiente interior del templo donde se guardan reliquias y cosas sagradas; lo que corresponde con su etimología.
Del latín tardío catholĭcus, y este del griego καθολικός (katholikós); católico significa «de acuerdo con el todo; universal».
En su función adjetiva, el término católica aparece en la literatura cristiana por primera vez alrededor del año 110, por mano de Ignacio de Antioquía; Padre apostólico y discípulo del evangelista Juan.
En su Carta a los Esmirniotas, Ignacio dice «Donde está el obispo está la comunidad, así como donde está Jesucristo está la Iglesia católica».
Se llama Católica la Iglesia fundada por Cristo, cuyos miembros reconocen la primacía del papa.
Se utiliza el término católico como antónimo de lo que es herético o cismático.
El término caesaro-papia (cesaropapismo) aparece por primera vez en un manual de teología protestante de Justus Henning Böhmer (siglo 18) refiriéndose al comportamiento del emperador romano de Oriente del siglo 6 Justiniano el Grande (dibujo 3), quien «no confiándose en el clero» intervino activamente en cuestiones religiosas con el pretexto de «salvar la Iglesia».
Para encontrar los orígenes del cesaropapismo debemos remontarnos a tres siglos antes, cuando Constantino (dibujo 1) -emperador romano de Occidente- declara la libertad de culto (313) a beneficio de la comunidad cristiana de Roma. Dispone e impone la restitución de los bienes inmuebles que en gran cantidad habían sido confiscados a dicha comunidad.
Al otorgar tales ventajas a los cristianos de Roma -la mayor comunidad religiosa del Imperio- Constantino refuerza su poder popular y político en el interior y fuera del ámbito imperial. Se permite, por lo tanto, dar órdenes como un César en el ámbito religioso clerical, y al mismo tiempo se autoproclama el «obispo -Papa- de los de afuera»; de los paganos. De aquí la composición del término cesaropapismo.
Mediante el Edicto de Tesalónica (380) Teodosio (dibujo 2) -emperador romano de Oriente- declara el cristianismo Religión Oficial del Imperio. De acuerdo al modelo constantiniano, Teodosio interfiere en la jerarquía clerical imponiendo decisiones políticas absolutamente personales.
Paulatinamente debilitado el Impero Romano Cristiano de Occidente a partir de la muerte de Carlomagno (814), se reconstituye el Sacro Imperio Romano Germánico (962) cuyo primer emperador, Otón I (dibujo 4) para imponerse a sus súbditos feudales se atribuye el derecho a nombrar a los obispos del Imperio. Tal insistente despotismo desembocará (1077) en el choque jerárquico conocido como Querella de las Investiduras entre el emperador germánico Enrique IV y el pontífice Gregorio VII.
En septiembre de 1122 se firma el Concordato de Worms entre el emperador germánico Enrique V y el pontífice Calixto II. El emperador se compromete a respetar la elección de los obispos según el Derecho Canónico, y a restituir los bienes que el «Sacro» Imperio había arrebatado al papado durante el casi medio siglo de la Querella.
El cesaropapismo inicial del emperador Constantino se desarrolló desproporcionadamente, hasta convertirse en una auténtica teocracia imperial; si bien las críticas caen siempre sobre la Iglesia.
En su Evangelio (16, 18) Mateo refiere que Jesús le dice a Simón «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia…». Jesús responsabiliza a Simón para que se convierta en la Piedra sobre la cual debe apoyarse la iglesia de creyentes.
Se trata de una relación de metáforas: Simón será la Piedra (Roca; base sólida e inamovible) sobre la que se construirá (se basará y desarrollará) la asamblea de creyentes. Por lo tanto, lo que se edificará no será un edificio, sino una asamblea.
Las primeras comunidades cristianas de Roma estaban formadas -en su casi totalidad- por inmigrantes judíos de lengua y cultura griega que hablaban el Koiné, modalidad del griego de uso común en todo el imperio romano; lengua en la que se difundieron los Evangelios, antes de la traducción latina.
Los cristianos helenistas de la comunidad romana se reunían en asambleas que llamaban ἐκκλησία (ekklesía); los cristianos latinos de Roma adaptaron el término en ecclesia para indicar las reuniones de la comunidad.
Dado que los cristianos se negaban a rendir sacrificio al emperador, tenían prohibido reunirse públicamente para profesar su culto. Lo hacían clandestinamente en asamblea (ecclesia) en la casa (domus) de alguno de los miembros de la comunidad. Nacen así en Roma las domus ecclesiæ (casas de la asamblea) costumbre que inevitablemente se extiende durante los tres primeros siglos.
Cuando mediante el Edicto de Milán (313) las comunidades cristianas obtienen la libertad de culto, le solicitan autorización al emperador Constantino para construir un gran edificio donde poder reunirse regularmente en asamblea = ecclesia.
El edificio en cuestión será una gran basílica (ver Glosario). La comunidad adopta entonces el término «ecclesia», que en nuestros romances (lenguas provenientes de Roma) se convertirá en iglesia, chiesa, église, església, igreja, igrexa, gléisa, biserică… para designar ya sea la asamblea de la comunidad; el edificio donde se reúne y la Institución propiamente dicha.
En la imagen, reconstitución ideal de una domus ecclesia romana; casa de la asamblea.
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Marcelo Yrurtia
Martine Ruais